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En la comarca de la Ribera Alta, en Valéncia, se encuentra la ciudad de Carlet y en su calle Mayor aún se conserva erguida la casa donde desde 1937 hasta 1939 permaneció oculto el Santo Cáliz. Cómo llegó hasta allí es el gran interrogante; para dar respuesta es necesario un recorrido en retrospectiva.
El Santo Cáliz llega a la región valenciana en el año 1424 a manos del rey Alfonso el Magnánimo, quien obsequiaría a la ciudad por la lealtad que le rendía a su alteza.
Cinco siglos más tarde, el 21 de julio de 1936 para ser exactos, ante la amenaza de la Guerra Civil, el canónigo de la Catedral de València, donde se preservaba el tesoro, pide a la encargada de la limpieza del cáliz que lo resguarde y ella lo lleva a casa de su madre, en la calle Avellanas de Carlet.
Unas semanas más tarde fue trasladado al domicilio de su hermano Adolf, en la calle Pelayo de Alginet, donde fue ocultado entre los muelles de un sofá viejo. El temor y la inseguridad hicieron que cambiara nuevamente de sitio, esta vez a casa de su primo Bernat, quien lo devolvió a la carletense calle Avellanas, donde lo escondió en la reforma de una cocina.
Una noche de junio, por el miedo a los registros y bombardeos, Bernat y su esposa, Lidia Navasquillo, toman la decisión de retornar a su casa de la calle Padilla en Carlet y con ellos volvía en una cesta el cáliz, en el interior de una caja de galletas. Llegado a la actual calle del Santo Cáliz, se mantuvo en un falso hueco de una ventana en un discreto envoltorio rodeado de algodón, detrás de un tabique tapiado por tres bloques.
Y ahí permaneció hasta el 30 de marzo de 1939, fecha en la que el Santo Cáliz fuera entregado al ayuntamiento para así regresar a la que había sido su casa desde el siglo XV, la Catedral de València, donde se venera hasta nuestros días.
DAMARIS VELÁZQUEZ
M. ÁNGELES MENGUAL
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